
Finalmente, una de las ranas hizo caso a lo que las otras ranas estaban diciendo y se dio por vencida. Se dejó caer al suelo y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como pudo.
Nuevamente el grupo de ranas le grito que ya no siguiera intentado salir y que mejor se dejara morir. La rana saltaba más y más fuerte, y finalmente logró salir.
Verán, esta rana era sorda y no le era posible escuchar la súplica de las demás. Ella pensó que sus compañeras estaban animándola todo el tiempo.
Esta historia nos enseña dos lecciones:
Nuestra boca tiene el poder de la vida y la muerte. Una palabra de aliento a quien está pasando por un mal momento puede reanimarlo y ayudarle a salir adelante. Una palabra destructiva, a quien está pasando por mal momento, puede ser el único que necesite para matarlo.
Que tu boca siempre tenga palabras de aliento para aquellos que cruzan tu camino: "A veces es difícil entender que una palabra pueda hacer tanto por alguien".
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